Un valle marcado por la historia
Desde la antigüedad, el Vallespir ha sido un importante lugar de paso. Los romanos ya venían a disfrutar de las cálidas aguas de Amélie-les-Bains. El valle también fue una zona estratégica entre Francia y España, como demuestran las fortificaciones de Le Perthus y su famoso Fuerte Bellegarde.
Una naturaleza generosa y salvaje
El Vallespir es tierra de bosques, ríos y montañas. El Canigó, montaña sagrada de los catalanes, domina el paisaje y ofrece excursiones inolvidables. La naturaleza está en todas partes: en los desfiladeros, las rutas de senderismo y las reservas protegidas, pero también en los huertos y las tradiciones agrícolas que mantienen vivo el valle.
Un patrimonio vivo
Cada pueblo posee un rico patrimonio: iglesias románicas, puentes antiguos, calles medievales y plazas llenas de vida. En Céret, el arte es el rey: aquí se inspiraron pintores como Picasso, Matisse y Chagall, y el Museo de Arte Moderno sigue manteniendo vivo este patrimonio.
Tradiciones vivas
Vallespir es también tierra de tradiciones vivas. La lengua catalana, las fiestas locales, la sardana, los mercados agrícolas, las especialidades culinarias y los trajes típicos forman parte de la vida cotidiana. Los lugareños están orgullosos de su identidad y les encanta compartirla.